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Hola. Sólo quiero compartir esta reflexión que ya se publicó en On Off.

Quien siembra vientos recoge tempestades

Dice un dicho popular. O, lo que es lo mismo, según las leyes de la Física: a toda acción le sigue una reacción. Y precisamente eso es lo que llevan haciendo las compañías de discos desde el lanzamiento del CD en 1982. Una acción constante y de apisonadora contra aficionados, artistas y autores. En las últimas décadas han aprovechado su posición real de oligopolio y se han dedicado a cobrar por los discos un precio que nada tenía que ver con su coste. Hasta hace poco, si un aficionado de a pie quería comprar un disco de los Rolling Stones o de Alejandro Sanz (por poner dos ejemplos diferentes), no tenía más remedio que pagar religiosamente un precio entorno a los 18 euros. Es decir y, para entendernos mejor, tres mil pesetas de las de antes. Algo exagerado, si tenemos en cuenta que la fabricación de cada uno de estos discos no llega a los 50 miserables céntimos de euro.

Si los maltratados amantes de la música han soportado esta situación ha sido exclusivamente porque no tenían otra alternativa. Ahora, la tecnología ha puesto en sus manos todas las herramientas para devolver la pelota a la industria: grabadoras de CD, Internet con el MP3… y, en España, se han sumado los clandestinos del “Top Manta”.
Frente a una acción de abuso continuado, por fin ha llegado la reacción. Los aficionados europeos, el año pasado, han rebajado sus compras de discos entre un 5 ó un 6 %. En España hemos alcanzado una caída a plomo de un 11%. Pero eso no es todo. Lo más dramático es que las filiales de las “todopoderosas” multinacionales del disco (BMG, Warner...) están consiguiendo en nuestro país el “más difícil todavía”. El “buen hacer” (por la otra punta) de sus directivos y la irresistible expansión del fenómeno “Operación Triunfo” ha terminado por colocar a estas filiales españolas contra las cuerdas. El año pasado, se ha reproducido la vieja historia del David y Goliat. La pequeña discográfica Vale Music (David), controló el pastel de los discos vendidos en España mientras las grandes multinacionales (Goliat) se han quedado con las migajas. El pez chico se ha comido al grande.

Mientras todo esto ocurre, los avispados directivos de estas grandes empresas del disco en España siguen como siempre: su única y genial idea es protestar contra los aficionados que piratean.

Todos hemos contemplado cómo bajaban los precios de los equipos de sonido y de los ordenadores cuando la competencia arreciaba en los 80 y los 90. Todos hemos visto cómo se adaptaban rápidamente ofreciendo equipos más atractivos y completos o añadiendo funciones como la lectura del MP3. Los directivos de las compañías de discos, en cambio, cuando han visto que el negocio se les escapaba de las manos, han elegido el viejo estribillo de la canción: “llorar y llorar”. Es decir, propaganda barata y poner de parapeto a los artistas y autores. Precisamente a unos artistas y autores a los que nunca han prestado la más mínima atención. Hay que tener en cuenta que las discográficas ofrecen en sus contratos a los artistas (incluso a los más populares) porcentajes miserables por debajo del 10 %. Es la historia de la humanidad. David y Goliat o la venganza de Moctezuma, según se mire.

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